Armando Martínez Orozco
Recordamos al expresidente Andrés Manuel López Obrador y ahora tenemos ante nosotros al monstruo venido de Morena, Claudia Sheinbaum Pardo. Si acaso López Obrador confrontó a todo cuanto se le opuso durante sus campañas presidenciales -medios de comunicación, dueños de periódicos, crimen organizado, feministas e inclusive a la propia UNAM- Sheinbaum se ha dedicado a reincluir políticamente a los estudiantes, feministas y a los periodistas a su desempeño como la primera mujer presidenta en México. Acaso sus mañaneras -quiero ser respetuoso pero sincero- son bastante tediosas, con un discurso profundamente mesurado y sin confrontarse directamente con otros poderes políticos, ha sabido entender su papel negociador con Estados Unidos de América y con el presidente Donald Trump, evitando de esta forma la guerra arancelaria por al menos un mes, teniendo en cuenta lo durísimo que es como negociador Trump.
López Obrador incluyó en su desempeño como funcionario público el discurso zapatista, con eso de servir y no servirse, además hizo de las armas la mayor peste para las izquierdas mexicanas, privilegiando un discurso contundente y convincente sobre la irracionalidad militar de cualquier índole.
Antes, cuando todavía gobernaba la Presidencia de la República el PRI, era preeminente un discurso nihilista sobre la mayoría de las mentes mexicanas, con eso de que no se puede creer en nada pues nada puede cambiarse.
Morena demostró que un país plagado por el horror de la muerte es capaz de alzarse con una voz aún muy débil en la búsqueda de la democracia, la libertad y la esperanza en la vida.
Ahora, Morena todavía no ha creado a su filósofo de Estado como sí lo fabricó el PRI desde el PRD a través de la figura de Carlos Monsiváis, ese delicioso intelectual que abandonó economía, letras hispánicas y filosofía para llegar a convertirse en el mayor intelectual surgido en nuestras tierras. Y hasta el momento no hay quien lo sustituya.
Quizá Morena fabricó a su filósofo de Estado en la persona de López Obrador, sin embargo no fue suficiente como para llegar a superar el pensamiento europeizante, priísta y libertariamente nihilista fabricado por Monsiváis y Ortega y Gasset.
Ellos proponían techos de cristal para los intelectuales y monarquías para los gobernantes, asegurando de esta manera la pervivencia de las élites ilustradas en el poder sin caer en disrupciones, revoluciones de conciencia y dilemas morales, pues no se podía creer verdaderamente en algo.
Pero ha surgido un gran problema para la sociedad mexicana, el descubrimiento de un campo de exterminio en el estado de Jalisco y las imágenes de los zapatos de los desaparecidos con rostro pero sin cuerpo son profundamente aterradoras.
No sé qué opinaría Monsiváis en nuestros días con escenas tan espantosas, él que tanto se indignaba con los tropezones y dislates del ex presidente Vicente Fox Quezada.
En estos momentos y es lamentable, nuestros filósofos de Estado y son bastantes, están asustados y han optado por una actitud: el silencio y la mesura discursiva.
Hágase pues nuestro el silencio. (Foto: Carlos Monsiváis.)