Armando Martínez de la Rosa

Despacho Político

Hay casualidades irónicas, a veces trágicas para quienes las padecen. ¿Qué tiene qué ver una canción célebre de The Doors con el infierno de Colima? Directamente nada. Pero ayer, 24 de abril, se cumplieron 57 años de que la banda rockera estadounidense lanzó el sencillo -cuando había discos y eran de vinil- de su legendaria canción Light my fire (Enciende mi fuego), que ya había estrenado en su álbum en enero del mismo año, 1967.

Si desde hace buen tiempo Colima ha ardido en violencia, la lumbre de tal incendio se decía en sentido figurado. Ahora es real, concreto o, como se dice ahora, literal. Colima está en llamas, bajo el terror de los incendios cotidianos, que antes fueron eventuales, episódicos, provocados por el crimen organizado en reacción a la captura de sus jefes.

La noche del 18 de agosto de 2022, al menos 7 vehículos fueron incinerados en la zona conurbada de Colima y Villa de Álvarez tras la captura de José Bernabé Brizuela, líder del cártel de los Mezcales, hoy Cártel Independiente de Colima.

Fue ese un episodio eventual, coyuntural, una acción a la que suelen recurrir los delincuentes organizados cuando les capturan un capo.

Ahora, desde unas semanas, quemar vehículos, casas y negocios se ha convertido en práctica recurrente de la delincuencia organizada en Colima. Desde restaurantes y bares hasta lotes de autos usados o empresas de chatarra, lo mismo que viviendas, son el objetivo de los incendiarios.

A los ciudadanos pacíficos no les quedan sino suponer las causas y los autores, porque los gobiernos -federal, estatal y municipales- tienen cerrada la boca y evitan informar de tales hechos acaso con la intención de que las llamas -el consecuente fuego político- no los queme a ellos. Y con todo y pese a todo, la lumbre les está llegando a los aparejos.

Se agolpan en el ánimo popular al menos 2 reacciones emocionales ante los incendios: miedo y rabia. Miedo por la sensación de indefensión ante una violencia fuera de control; rabia, por la impotencia ante una realidad abrumadora y la pasividad gubernamental. Que la inacción de las autoridades pueda ser por ineficiencia, complicidad o cinismo, lo mismo da. Lo cierto es que ante el fuego en que se incinera Colima los gobiernos están cruzados de brazos.

Anoche, en redes sociales, una internauta preguntaba, a propósito de los incendios, “¿Cuándo se va a hacer responsable la gobernadora?”. Esa mujer preguntaba lo mismo que mucha gente de Colima. Y no parece haber respuesta pronta.

En la coyuntura, a la gobernadora le importa que la señora Sheinbaum, su amiga, gane las elecciones para abandonar Colima e irse a la capital del país a ocupar un puesto en el gabinete. Por tal razón, le interesa tanto que Viridiana Valencia Vargas sea presidenta municipal de Colima y hacerla, en su momento, gobernadora interina. El estado le importa un rábano.

Mientras, el terror crece, y algunos recordamos con nostalgia, para aminorar el terror, el famoso estribillo de la canción de The Doors: “Come on, baby, light my fire./ Come on, baby, light my fire./ Try to set the night on fire”. (“Venga, nena, enciende mi fuego./ Venga, nena, enciende mi fuego./ Trata de incendiar la noche”.

Y allá, en los recovecos de la noche, las llamas de otro incendio alumbran la angustia, el miedo, el terror.