Armando Martínez de la Rosa

Nuevos días

Dividido el mundo en bloques difícilmente conciliables, plagadas las naciones de gobernantes populistas de derechas y de izquierdas tan proclives a convertirse en dictadores, acosada la gente por la violencia de las guerras, el narcotráfico, el fanatismo político y religioso que con frecuencia deriva en terrorismo, la ambición de las corporaciones multinacionales y los insaciables capitales financieros, la elección del Papa León XIV es un respiro merecido por los católicos y los no católicos ajenos a las trifulcas políticas.

León XIV no va a resolver esos asuntos. En cambio, puede presionar con su autoridad religiosa a que quienes están metidos en conflictos se sienten a dialogar en busca de acuerdos. Cuando la democracia es acosada y perseguida desde múltiples flancos, esa es una posibilidad alentadora.

Y puede dar voz a las víctimas de la violencia, de los abusos, de la persecución y la pobreza. La del Sumo Pontífice no es una prédica en el desierto, sino una voz escuchada y atendida con más frecuencia de la que parece.

Es el Papa de los humildes. Sus actos lo colocan ahí no por ambición política, sino porque ha dedicado 40 años a trabajar entre los pobres y más entre los más pobres de los pobres. No como los políticos. Lo ha hecho por entender y asumir la esencia del cristianismo.

La iglesia de las grandes finanzas, de las complicidades para proteger a los curas, obispos y cardenales abusivos, de la prédica vacía, la de los intereses políticos y monetarios ha sido contenida… por ahora. Esa ala de la iglesia, sin embargo, no dejará de presionar al Papa. Lo hace ya mismo desde las redes sociales y muy probablemente formará bloques internos para socavar el pontificado de León XIV.

Tiempo es este de que los católicos sinceros y los no católicos libres trabajen unidos por que vengan otros días de salud social y transparencia. Y tiempo es también de que el alto clero deje de bendecir narcos y políticos corruptos.