Héctor Sánchez de la Madrid

En solfa

Después de perder el PRI la presidencia de la República en 2000 ante el PAN y recuperarla luego de dos periodos, ninguno de esos institutos cambió sus procedimientos partidarios y políticos, siguieron igual que siempre. Resultaron peores los albiazules al montarse en el sistema tricolor sin modificarle una coma siquiera. En 2018 ambos fueron golpeados por Morena y tampoco se transformaron; en 2024 fueron vapuleados nuevamente y nada.

Y no sólo han permanecido inmutables sino que han acendrado sus defectos y vicios en lugar de renovar sus procedimientos, de perfeccionar sus métodos, de limpiar sus filas, de echar a quienes los llevaron al umbral de la desaparición política por sus corrupciones y sus arbitrariedades, por sus abusos desmedidos y sus privilegios inmerecidos que hartaron hasta la médula a las y los ciudadanos que nada quieren saber de ellos.

¿Cómo es posible que la militancia del PRI, sobre todo la élite “distinguida”, haya permitido que su dirigente modificara los estatutos para reelegirse no uno sino dos periodos más de los que lleva? La razón es porque sacarán beneficios personales o a través de interpósitas personas cercanas. Alito Cárdenas Moreno está arreglado con Morena para que no lo enjuicien a cambio de enterrar al PRI en los comicios próximos.

Caso similar es el del flamante presidente del PAN, Jorge Romero Herrera, quien tiene la reputación de ser el jefe del Cártel Inmobiliario de las alcaldías Benito Juárez (de la cual fue delegado) y Miguel Hidalgo; hábil e inteligente hizo mancuerna con su antecesor Marko Cortés Mendoza para recibir la estafeta partidista. El propio expresidente panista Felipe Calderón lo desnudó en su libro “Decisiones difíciles”, editado en 2020.

Después de los descalabros electorales de 2018 y 2024 sufridos por el PRI y el PAN, separados y juntos en sendos procesos, es inexplicable que las cúpulas partidarias no hayan reflexionado la necesidad imperiosa que tienen de transformarse para evitar la última derrota que los llevaría al exterminio total. Es tal la soberbia de priistas y panistas que no ven ni comprenden que están a punto de desaparecer en los comicios siguientes de 2027.

Y si están mal los priistas y panistas, los nuevos partidos que empiezan a perfilarse para las elecciones que ya se vislumbran, no comienzan bien, como es el caso del Frente Cívico Nacional, del exdirigente nacional del extinto PRD, Guadalupe Acosta Naranjo, quien a base de gritos y de majaderías arranca en su intento plausible de formar un nuevo abanderamiento, sin embargo, debe entender que no es ese el camino indicado.

Se escucha también que Xóchitl Gálvez podría formar un nuevo instituto partidista después de que nunca militó en alguno y que fue candidata presidencial apoyada por PRI, PAN y PRD. Carece de conocimientos y formación partidaria, tanto que en el reciente proceso presidencial no participó en las decisiones de los partidos para su propia campaña y para la nominación de los candidatos federales, estatales y municipales. Por esa mala decisión se puso en manos de Alito y Marko que la hicieron como quisieron. Ojalá Xóchitl haya aprendido algo.

Mientras, el dueño de Morena y sus seguidores se regodean sabiendo que la ciudadanía seguirá rechazando al PRI y al PAN en tanto no realicen una transformación absoluta en sus procesos y procedimientos para elegir a sus directivos y candidatos, así como para aceptar en sus filas a las y los mejores militantes, al igual que expulsar, apegados a sus normas, a las lacras, vividores y pillos que medran en sus partidos políticos. Los principios estatutarios son correctos, falta que los apliquen para salir adelante.